Una rebanada de pan casero , de corteza crujiente y molla bien fermentada, con aceite de tus olivos, unas migas de bacalao por encima…
¿Qué nos falta?
El sabor de la huerta: un tomate muchamelero recién cogido de la mata y restregado por el pan,… y un buen vino del Mañá.
A veces, apetece mucho levantarse temprano el sábado para pasarlo en el huerto arrancando malas hierbas, poniendo cañas a las tomateras, subiendo la tierra a las patatas, preparando el compost para abonar, o sacando las nuevas plantitas del invernadero.
A media mañana, cuando ya has hecho hambre, se te llena la boca de sabores.
El botijo a mano. Te lo empinas para beber y cuando lo bajas para respirar satisfecho
la mirada se te va detrás de los colores y las texturas que tu paladar sabe reconocer y casi sin pensarlo te preparas una ensalada con lo que pillas por el huerto, te sacas ese pan que ha hecho tu vecina como todos los viernes, y te vas a la nevera donde guardas ese pedazo de salchichón especial, ese taco de queso curado o lo que cada uno prefiera.
Unas olivas partidas de la orza y si es la temporada unas habas tiernas.
Y si encima aparecen amigos, el día puede acabar en algo memorable.
Si te quedan tareas, ya no te pesan.
El contacto con la tierra nos descarga y nos recarga. Yo suelo decir que es como la toma de tierra que tan necesaria es para salvar vidas. Toda la tensión de la semana se disipa, los sinsabores se invierten, los logros positivos se asientan.
El huerto de casa es un tesoro que la naturaleza te regala, un premio a base de joyas comestibles, de fertilidad interior y felicidad exterior.
Explosión de vida agradecida donde tus manos reciben el fruto y tu casa se llena de color.
El huerto de jardín es sin duda una de las experiencias mas enriquecedoras que conozco.
Claro, no todo es de color de rosa, aunque también habrá rosales.
Esos días que el huerto me reclama más atención, me gusta prepararme un te verde con hierbabuena y estevia ( por supuesto de cosecha propia ), y me conecto rápido.
hortalizas, aromáticas, frutales, girasoles, calabazas, judías y maiz, romeros, hisopos, onagras, limeros, perales, higueras, nisperos, oréganos, menthas, cebollas, lechugas, cilantros, coles, caléndulas… etc., todas conviviendo en temporadas, ordenadas, en armonía. Todas agradecidas de tu cuidados.
Por eso se regalan a las visitas en cuadro hermoso y atraen al disfrute de su frutos como las flores a las abejas. Es el ciclo de la vida puesto en tus manos el que te hace sentirte como un dios en el mismísimo Olimpo.
