El agua es fuente de vida.
Cuando recibimos un encargo para crear una fuente lo primero que hacemos es visitar el lugar para sentir y escuchar lo que nos dice.
Ponemos nuestros sentidos a trabajar.
A partir de la idea de quien nos contrata leemos su visión.
Los sonidos, la luz, los materiales…
Todos son elementos que deben integrarse de forma armónica y poética.
Una fuente es música viva, movimiento permanente, transformación constante, latido cristalino.
Cada espacio es único y está impregnado de personalidad y belleza en función de quién lo habita.
Nuestras fuentes se hacen para sembrar armonía y permitir que las ninfas, las hadas y los seres mágicos disfruten en nuestros jardines y se queden a vivir en ellos.
Un rincón secreto que susurra, un surtidor que chapotea, una pila con caños de agua fresca…
Árabes, romanos, griegos, chinos y japoneses, diseñaron fuentes y de ellos hemos heredado el conocimiento y gracias a ellos hemos podido saborearlos.
Y nos encanta ser sus imitadores e investigadores.
